Lo que usted Puede hacer Acerca de Oraciones Para La Virgen Maria De Guadalupe en solo 10 minutos

oraciones para la virgen maria de guadalupe

que vives y reinas por los siglos de los siglos. San Miguel Arcángel, defiéndenos en la pelea. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio.

Cuando recemos esta oración sanadora a la Virgen de Guadalupe, vamos a llevarlo a cabo con mucha fuerza y más que nada mucha fe, para que la Virgen de Guadalupe ponga fin a las dolencias y sufrimientos por las que estamos atravesando o la persona que está e enfermedad. Ven, Dios Espíritu Santo, y envíanos desde el cielo tu luz, para iluminarnos.

Oración Para Conquistar

El sí de las promesas llegó, la coalición se cumple, vigorosa, el Verbo eterno de los cielos con nuestra enclenque carne se desposa. Misterio que sólo la fe consigue, María es nuevo templo de la gloria, rocío matinal, nube que pasa, luz novedosa en presencia misteriosa. A Dios sea la gloria eternamente, al Hijo de el amado Jesucristo, que quiso nacer para y ofrecernos su Espíritu divino.

María, Madre de Nuestro Señor, con humildad solicitamos que derrames tus bendiciones sobre todos y cada uno de los integrantes de la Asociación de la Medalla Prodigiosa. Bendice su generosidad que da vida a la devoción a ti y ayuda a fomentar la fe en tu Hijo, Jesús. Muy santa María, tal como lo hiciste con santa Catalina Labouré, derrama rebosantes gracias sobre cada uno de los miembros de la Asociación, sobre sus familias y sus conocidos cercanos. Que tu Medalla Milagrosa sea un símbolo de paz, justicia y prosperidad en la vida de cada uno de tus devotos.

Novena Preparatoria A La Celebración De La Virgen De Guadalupe

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Sin tardanza pregona lengua mía las glorias y alabanzas de María. Atiende a mi socorro, gran Señora, y ampáreme tu diestra protectora.

Cuando llegó el instante de tu muerte inclinaste la frente hacia la tierra, como todos los fatales; mas no eras el hombre derribado, sino el Hijo que muerto nos contempla. En el momento en que me llegue el tránsito aguardado y siga sin retorno por mi senda, como todos y cada uno de los mortales, el sueño de tu rostro va a ser lumbre y tu gloria mi gloria venidera. El silencio sagrado de la noche tu paz y tu venida nos recuerdan, Cristo, luz de los mortales; acepta nuestro sueño preciso como secreto amor que a ti se llega. Como el niño que no sabe dormirse sin cogerse a la mano de su madre, de esta manera mi corazón viene a ponerse sobre tus manos, al caer la tarde. Como el niño que sabe que alguien vela su sueño de inocencia y promesa, de este modo descansará mi alma segura sabiendo que eres quien nos aguarda. Tú endulzarás mi última amargura, tú aliviarás el último cansancio, cuidarás los sueños de la noche, tú borrarás las huellas de mi llanto. Tú nos vas a dar mañana nuevamente la antorcha de la luz y la alegría, y, por las horas que te traigo muertas, tú me darás una mañana viva.

• Oh, Señor, mi dulce amigo cuatro cosas el día de hoy te solicito con mucha necesidad.
• Los fieles decoran las calles por donde transcurre el conjunto con luces de colores y papel picado festivo.
• Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, singularmente en el Señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas.

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Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos mantiene y gobierna y genera distintos frutos con coloridas flores y yerbas. Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las padezcan en paz, porque de ti, Altísimo, coronados van a ser. Alabado, seas mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. Uy de esos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados a los que hallará en su muy santa intención pues la muerte segunda no les va a hacer mal. Alaban y bendigan a mi Señor, denle gracias y sírvanle con enorme humildad.

Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí Tu vida de gracia, para cumplir Tus mandamientos y obtener mi salvación. Enséñame, Señor, a entender la pequeñez de lo terreno, la excelencia de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad de la futura. Concédeme, Señor, una aceptable preparación para la desaparición y un santurrón miedo al juicio, para librarme del infierno y conseguir tu gloria. Santísima Virgen, acompañas por los caminos del mundo a los que expatrian en pos de trabajo y de pan.

A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, de esta forma están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su clemencia.

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Llévame, en tu compañía, donde vayas Jesús, pues bien sé que eres tú la vida del alma mía; si vida no me das, sé que vivir no puedo, ni si yo sin ti me quedo, ni si sin mí te marchas. De ahí que, más que a la muerte temo, Señor, tu partida, y deseo perder la vida mil veces más que perderte; pues la inmortal que tú das, sé que alcanzarla no puedo, cuando yo sin ti me quedo, en el momento en que sin mí te marchas. Enormes y maravillosas son tus proyectos, Señor, Dios omnipotente, justos y reales tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque solo eres beato, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos. Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que los que hemos conocido, por el aviso del ángel, la Encarnación de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, seamos llevados por los méritos de su Pasión y Cruz a la Gloria de su Resurrección. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo.

Concédeme, Señor, atención al rezar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos. Ayúdame a conservar la pureza del alma, a ser modesto en mis reacciones, ejemplar en mi trato con el prójimo y verdaderamente católico en mi conducta.

Oh María, Virgen y Madre Muy santa, he recibido a tu Hijo amadísimo, que concebiste en tus inmaculadas supones, criándolo y alimentándolo con tu pecho, y lo abrazaste amorosamente en tus brazos. Te suplico, piadosísima Madre, que me alcances el perdón de mis pecados y gracia abundante para servirte, desde ahora, con mayor fidelidad; y para finalizar, la gracia de la perseverancia final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los siglos. Himno de las Crónicas (1 Cro 29, diez-13) Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos.

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Lava nuestras inmundicias, fecunda nuestros desiertos y cura nuestras heridas. Doblega nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas. Concede a esos que ponen en ti su fe y su confianza tus siete sagrados dones.

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